martes, 28 de octubre de 2008

Cuando “Happy” no significa necesariamente felicidad


El viernes pasado fui con unos amigos al cine. Elegimos la película Happy, premiada en el Festival de Berlín a la mejor actriz (Sally Hawkins). Lo cierto es, que de una producción inglesa te esperas cualquier cosa, pero sobre todo comedia y drama. Nosotros íbamos receptivos, pero tengo que decir que Poppy se nos atragantó un poco con su “explosión de optimismo naïf”, que es como lo describe E. Rodríguez Marchante en el Diario ABC.

En los primeros minutos del filme, la simpatía arrolladora y poco justificada de la protagonista te desbarata, pero tras una cena copiosa y unas copas de Lambrusco rosado, supimos hacer balance y contrastamos nuestras opiniones.

Bajo mi punto de vista, la protagonista se había creado su propio mundo, vacío de problemas personales y lleno de los problemas ajenos. Su excéntrica necesidad por ayudar al otro, la termina llevando a situaciones límites en las que descubre que no está a la altura de las circunstancias, y que una sonrisa y un relativizar los problemas no son suficiente, extremo que descubre con su profesor de autoescuela, Scott (Eddie Marsan), “un tipo huraño y amargado, torturado y 'torturante', enfermo de su propia bilis interior” (FILMAFFINITY)... mientras, los criterios de mis compañeros de butaca y mesa, se encontraban. Fue muy constructivo.

Lo cierto es que han pasado cuatro días, y Poppy sigue ahí, tratando de buscar un por qué a su existencia. Poppy-Happy.

Pues bien, ayer mientras veía las noticias de las nueve, “Happy” volvía a irrumpir en mi vida, en forma de mujer norte africana, inmigrante en las Islas Canarias. La noticia relataba que en la isla de Gran Canaria, 'el violador del casco' se enfrentaba al testimonio de sus víctimas. Ya eran 17 las mujeres que lo habían identificado, pero fue la última, la que ayudó a su detención. Su nombre: Happy, quien por desgracia se tropezó con el violador en serie de Canarias. Él la recogió en la carretera, y en su coche la condujo hasta un túnel cercano a la playa, donde trató de abusar de ella. Desnuda y desesperada corrió hasta que encontró un cuartel de la Guardia Civil. Tras agredir a Happy fue detenido.

En ese instante un paralelismo grotesco se formuló en mi mente, y la pregunta por qué, volvía a estar ahí; sin obviar la evidente paradoja de llamarte Happy, haber abandonado tu país a la desesperada, y haber sido víctima de un intento de violación, en el lugar donde se suponía ibas a encontrar tu felicidad.

¿Be Happy?
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